Gideon, se convirtió en un niño extraordinario. Era brillante, curioso y cariñoso. Cada día lo miraba y sentía que el peso del miedo se aligeraba de mis hombros, aunque solo un poco. Quizás la maldición lo había eludido. Quizás éramos libres.
Ezra Pearce enfrenta una maldición hereditaria que amenaza a su hijo no nacido, desentrañando un legado de horror y predisposición genética.